Ni el presidente chino, Xi Jinping, se cree su cuento de que las multimillonarias inversiones públicas y privadas que está promoviendo en África son puro business, negocio o plata.
“Ellos no lo van a declarar, pero el interés de China es convertirse en el epicentro del poder mundial, con influencia en Asia Central, Medio Oriente y África”, advierte Juan David Escobar, experto en geopolítica. Para ello, en el caso de África están dando una especie de vuelta al pasado, al intentar restablecer la influencia comercial que los asiáticos tuvieron en el siglo XV gracias a su legendario personaje Zhen He, un marino, explorador y militar que realizó siete expediciones navales entre 1405 y 1433.
Según Escobar, Zhen He convenció al emperador de turno de buscar más poder surcando los mares y, para el efecto, construyeron una flota con naves que eran 30 o 40 veces más grandes que las carabelas españolas. En esos siete viajes llegaron a India y a la parte oriental de África, generando un floreciente comercio, que decayó cuando el nuevo emperador perdió el interés en esa forma de poder.
En su versión moderna, la nueva Ruta de la Seda es un ambicioso plan de inversiones en ferrocarriles, puertos y parques industriales, que, confían los chinos, los pondrían en el corazón del comercio internacional. Esa iniciativa fue lanzada en 2013 por Xi Jinping y consiste en un cinturón terrestre para unir a China con Europa, a través de Asia Central, incluyendo a Rusia, así como la ruta marítima que le permite acceder a África y a Europa.
Para el investigador de la Universidad Eafit, África les permite a los chinos acceder a materias primas y realizar fuertes inversiones en las industrias extractivas de minerales, con regulaciones ambientales y laborales bajas o nulas. “La ética para los negocios es horrible. Ellos hacen lo mismo que le criticamos a Estados Unidos: le doy un 2% al dictador, hago las obras y nadie me jode por contaminar el medio ambiente”.
Ahora bien, esas inversiones hay que protegerlas. Como asegura Escobar, “el complemento necesario de una flota mercante es una flota naval”. De ahí la instalación en 2017 de la primera base militar china por fuera de su país, en Yibutí, país africano que tiene salida al océano índico.
Pedro Piedrahíta, profesor de ciencia política de la Universidad de Medellín y doctor en derecho internacional, destaca que África siempre ha sido de interés para las potencias europeas. Lo fue en el siglo XV. Lo fue en el siglo XIX, a partir de la construcción del Canal del Suez, que permitió articular todo el Mediterráneo con la península arábiga, Asia e India. Y, sobre todo, lo fue desde 1885, cuando se dio la Conferencia de Berlín, en la que se hizo el reparto colonial de África.
El analista cita un detalle, doloroso, de la histórica relación de China con África: En Ruanda -donde hubo más de 1 millón de muertos por cuenta del intento de exterminio del pueblo nativo de los tutsi- los machetes con que se realizaban esas matanzas eran de fabricación china.